¿Síntoma de un cuadro de demencia? Lo desconozco. Al menos se que no es mero masoquismo. Es diferente. Más complejo. No es que te pares frente a un espejo y golpees tu reflejo, rompiéndote la mano y regando con sangre el mármol del baño para que después los guardias te vean como un antisocial. Es más difícil que eso. Es rodearte de gente. Mirar. Darte cuenta que estás solo y que al parecer a nadie le importa. Ver como no haces falta en ninguna parte. Ver que no formas parte de sus vidas. Entonces, como nadie te mira puedes sacar tu alma del pecho. Dejarla flotar cerca. Sabes que no puedes salir volando por la ventana. Nada pasará. Pero el cuerpo la aspira por la boca. Se la lleva adentro, como un prisionero. Entonces abres los ojos y de nuevo estas solo. Algo gotea muy lejos. Estás en el interior, traspasando más aya de lo físico. No hay luces. Está frío. El piso es viscoso. Lugar desagradable. Hasta tu alma está triste. Y deja de importarte el insomnio, la falta de apetito, el decaimiento y la depresión. Ya solo importa que todo pesa más. Y las alas se mojan por la soledad y ya no puedes volar. No puedes ser libre. Entonces aparece un ser que está encadenado, oculto en las sombras. Y te golpea. Te hace sentir miserable. Quiebra tus alas. Arranca las plumas, el pelo, la piel, el caparazón y las escamas. Saca un puñado de verdad y te azota la cabeza con palabras crueles. Entonces se va cojeando. Derramando sangre. Y solo así lo entiendes. Él eres tú. Soy yo. Es por eso que tiene golpes en la cabeza y las alas rotas. En su rostro aún queda algo de desesperación y tristeza. La soledad se respira en el aire. Y te recuestas en el suelo viscoso. Ambos cuerpos lloran idénticamente en silencio. Se odian entre sí. Sin razones. Es mucho más fácil culparse a uno mismo que a los demás. Entonces despiertas mi cuerpo. Una luz recoge mi alma maltratada y la arrulla en su calor. Cura las heridas. Y tú me preguntas que sucede. Pero estoy tan confundida. “Ah, mujer. Tengo que cuidarte de tu peor enemigo. Tu misma”. La verdad es que no se porque me odia. Ni porque no la soporto. En una guerra así la única perjudicada soy yo. Después de todo ellas son solo mentes.